domingo, 15 de marzo de 2009

LA MEDIDA DEL SUFRIMIENTO

A veces cuando nos enfrentamos al sufrimiento de nuestros hijos o personas queridas nos damos cuenta cuan bajo es el umbral para soportarlo, en comparación a cuando padecemos un dolor propio. Esto nos pasa en especial a las mujeres que hemos sido diseñadas culturalmente para maternar a familiares, amigos, cónyuges, y todo ser que camine cerca de nosotras.
Por supuesto que esto no invalida el sufrimiento masculino, sino solamente señalo que en las mujeres suele ser más sutil ésta línea.
Y ¿qué pasa entonces con nuestro juicio, con la calidad de evaluación que hacemos de los hechos? Pues que se ve afectada en gran medida y comienza a sacar lugar en la partida la salvadora que llevamos dentro. No importa si en ello se nos va la tranquilidad y hasta la propia salud, el hecho es que corremos como locas detrás del problema del otro. Y digo corremos porque por supuesto me incluyo. Justamente el reflexionar sobre este tema me lleva a pensar en las otras que soy yo también, que me referencian, como una más del género.
Qué pasaría si nosotras no estuviéramos ahí dispuestas a socorrer al mundo, es algo que no lo sabemos porque en muchas, muchas ocasiones, si estuvimos como soldaditos, firmes, ancladas en “lo que se debe”, según el evangelio de los mandatos familiares, que también son sociales obviamente.
Y por eso es que no son cuestionados, por la fuerza de la costumbre. Hay que dudar de lo obvio decía el maestro Pichón Rivière. Sin embargo no prestamos debida atención, justamente al mandato evangélico que la caridad empieza por casa, o de ama a tu prójimo como a ti misma. La cuestión es que sea como sea, estamos ahí.
La pregunta es: ¿Cuál es nuestro beneficio en todo ésto? Aquí es cuando empieza a sonar el viejo precepto de la aprobación ajena. Necesitamos que nos digan qué buena mujer, qué buena madre. No importa si quedamos hechas hilachas en el camino, pero somos buenas madres.
¿Todo eso esto es libre y gratuito? No, claro que no. Pero el famoso arroz con leche dice: que sepa coser, que sepa bordar, que sepa abrir las puertas para ir a jugar. Parece que si no hacemos la tarea primero no tenemos derecho a la diversión. Y así queda grabado desde tempranito nomás. Recuerdo una chica que decía: mi marido me dejó trabajar a la noche después que le prometí que le dejaba la cena lista antes de salir. Aclaro que esa chica también trabajaba durante el día, por eso del eufemismo de la independencia femenina de estos tiempos. No ganamos independencia, ganamos más tiempo ocupadas y menos tiempo conectadas con nuestro ser interior, con nuestros deseos. Entonces para qué pagar un precio tan alto, para qué dejar ilusiones o proyectos en el camino, si todo eso no redunda en beneficio ni nuestro ni de los que teóricamente pretendemos proteger. Un ejemplo vale más que mil palabras, y nuestros hijos e hijas van a imitar lo que hacemos, no lo que decimos.
El mejor regalo que podemos hacerle al mundo es nuestra propia felicidad. El sufrimiento es una elección, podemos optar por no elegirlo. Ese es el gran descubrimiento, tenemos elección, siempre.
Cada uno viene al mundo con una misión, no es nuestro deber ir sacando las piedras del camino, sino simplemente sortear las que encontremos en el camino propio de la manera más simple.
Gracias por compartir esta lectura que de ninguna forma pretende ser prescriptiva ni decir lo que hay que hacer. Solamente busca ser parte del camino para aprender y enseñar y me alegra andarlo juntas.

2 comentarios:

  1. hola capri! que ser tan especialque sos! siento que los rios pasan por ti para que lo expreses con tanta sabiduria!mucho exito en este emprendimiento, vamo arruca!!! con mujeres como vos el cambio viene rapido!!! te quiero mucho.
    La pato

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  2. Gracias amiga!!! Asi como nada es casual en el universo, tampoco es casual que tus ojos lean mis palabras, vos y otras seres iluminados como vos, me impulsaron a escribirlas, son de ustedes tanto como mias. Abrazo!! Perdón, Lo siento.Gracias. Te amo.

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