lunes, 27 de julio de 2009

TU ESPACIO, MI ESPACIO.

Dice el maestro Eckhart Tolle, que el siglo veinte es (o fue) una muestra cabal de la locura que padece la conciencia de la humanidad, refiriéndose a las guerras que lo caracterizaron.
Y todas las guerras empiezan con un reclamo, con una lucha por algún derecho no respetado, a veces claramente legítimas, a veces no tanto, y la humanidad monta para ese fin, escenarios cada vez más sofisticados, armas cada vez más letales, y luego se levantan los consabidos monumentos recordatorios a los caídos en batalla, por supuesto.
Pero todo esto, por dantesco que parezca, no es ni más ni menos que la réplica aumentada muchas veces, de lo que sucede a diario en nuestras casas, en nuestras familias, y por que no, en nuestros propios corazones.
Cuantas veces sentimos que una contestación de alguien muy querido nos hiere como una lanza, nos deja aturdidos como el estruendo de una granada. Y a la vez también nosotros muchas veces herimos al otro, tal vez por una acción o tal vez por alguna omisión, todos esos besos o abrazos que no dimos, todos esos te quiero que no dijimos a tiempo.
Así vamos cerrando cada vez más el círculo defensivo, vamos profundizando cada vez más el foso que rodea nuestro castillo, sembrado de miedo, al punto tal que nos resguardamos en la seguridad de mi cama, mi casa, tu cama, tu casa, y los lugares de "solos y solas" florecen como hongos después de la lluvia, porque ahí mezclamos soledades sin compromisos.
Ah! Y las vedettes del momento: las fobias y el ataque de pánico, flanqueadas por los humoristas touch and go.
Lo que sea para no estar-con, para no compartir, en haras de lo que en algún momento fue un reclamo legítimo de individualidad y goce del derecho a ser.
Ahhh, pero entonces nos estamos olvidando de un pequeño detalle: el ser.
Si somos, es porque alguien se unió amorosamente a otro alguien, para generarnos.
Es porque en alguna dimensión que no es ésta, nuestra alma eligió dos seres que nos concibieran, primero como deseo, fuimos el deseo de nuestros progenitores.
Recibimos el regalo de la esencia misma, de la energía que ha creado universos.
Por lo tanto somos parte de la humanidad igual que un punto tejido con la aguja en un sweter, estamos hechos todos con la misma fibra, solo que el puño no tiene la misma forma que la espalda o el cuello. Las diferencias son aparentes, no reales.
Esto nos trae de vuelta al concepto de la lucha anteriormente mencionada, estéril, como la mayoría de las luchas. A lo que te resistes, persiste!
Seguramente no se invalida la idea del respeto mutuo que permite discriminarnos gentilmente como seres únicos e irrepetibles.
Justamente por ser tan diferentes en las formas como yin y yang, masculino y femenino, es que podemos encontrarnos, en perfecta correspondencia de lo cóncavo y lo convexo, para formar la unidad.
Bajar los fosos del miedo, levantar los puentes de la comunicación genuina, y rendirnos a la magia de la vida, para avanzar juntos, es el milagro que nos hará seguir siendo humanos.
Gracias por leer!

1 comentario:

  1. Hola amiga, hace mucho sin tener noticias de vos... que pasa eh... es que ya no queres charlar conmigo?

    Edgar

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